Joven

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“Que nadie te menosprecie por tu juventud. Trata de ser el modelo para los creyentes por tu manera de hablar, tu conducta, tu amor, tu fe y tu vida irreprochable”. 1 Tim 4, 12

miércoles, 25 de enero de 2012

Toma el control de tu vida.



¿Te imaginas no depender de nada ni de nadie para ser feliz? Lo que necesitas se llama sobriedad. Conócela. La sobriedad no sólo tiene que ver con no tomar y estar en tus cinco sentidos. Es una manera de ser que abarca mucho más que el simple hecho de no beber alcohol que nos permite controlarnos ante cualquier cosa.
 
El valor de la sobriedad nos ayuda a darle a las cosas su justo valor y a manejar con sentido común nuestros intereses y deseos, estableciendo en todo momento un límite entre lo razonable y lo estúpido.
 
Piensa en cómo influye en ti el entorno que te rodea, la publicidad, por ejemplo. La idea que transmite de felicidad no es del todo cierta: necesitas tal tipo de ropa, equis tipo de celular con cientos de aplicaciones, etc. Parecería que no puedes vivir sin ese carro, sin esos pantalones, sin el celular… nooooooooooooo.
 
Bueno, pues el problema no es tanto la publicidad sino la idea de que "tener más", "lo más novedoso" o lo "mas caro" se convierte en la base de nuestra seguridad personal, caemos en el despilfarro con tal de alimentar nuestra soberbia y vanidad por el deseo de sobresalir, de estar a la moda y de aparentar una mejor posición económica; sin reflexionar compramos 100 pares de zapatos (ropa, accesorios, etc.) por estar a un precio rebajado, compramos cuanto adorno y dispositivo eléctrico aparece en el mercado para presumir…
 
Ahí es donde la sobriedad se convierte en la mejor consejera. Este valor nos hace ver lo que de verdad necesitamos, lo indispensable y de utilidad; y, gracias a ella aprendemos a obtener el máximo uso y provecho de todo lo que tenemos, sin dejar las cosas prácticamente nuevas y sin utilizar.
 
Para adquirir sobriedad hace falta autodominio, es muy claro si se ilustra con el exceso en la comida y la bebida por la imagen y efectos que produce, sin embargo, esta falta de control se manifiesta en el excesivo descanso y la distribución de nuestro tiempo: 10 horas del sábado viendo la tele, por ejemplo.
 
También debemos ser sobrios en nuestra forma de hablar, de comportarnos y de vestir: ¿qué tal ese amigo que tienes que no para de hablar?
 
Cuando no ponemos límites, llegamos a una insatisfacción en la que siempre queremos más. De ahí surgen todos los vicios, desde el alcohol hasta las drogas, pasando por la dependencia a la comida, a la ropa, al sexo, al celular… y, todo esto nos arrebata nuestra libertad.
 
Para vivir este valor no hace falta pensar en grandes cosas y privaciones, una vez más la respuesta esta en cuidar los pequeños detalles:
 
- Antes de comprar algo reflexiona: si es necesidad, un simple lujo o un verdadero capricho. Si es el caso, no inventes necesidades, se valiente y reconoce que no vale la pena el gasto.
 
- Usa las cosas y no las cambies simplemente porque en el mercado hay una nueva o porque todos tus amigos la compraron. En esta competencia sin fin tu bolsillo es el más afectado.
 
- Reconoce tu verdadera situación económica y vive de acuerdo con tus posibilidades. Cuando te decidas a hacerlo, aprenderás que las personas te aceptan por lo que eres.
 
- Habla sólo lo necesario. Transmite ideas más que palabras. Aprende a escuchar, por algo Dios nos dio dos oídos y una sola boca.
 
- Viste de forma elegante y decorosa, la moda también puede cumplir con este requisito.
 
- Evita el deseo de ser el centro de atención y aprende a divertirte: el alcohol, las bromas de mal gusto y los desmanes, manifiestan inseguridad y falta de autodominio.
 
- Haz el propósito de moderar tus gustos y apetitos: pon orden en tus comidas, en tus horarios, aprovecha tu tiempo libre en aficiones que te enriquezcan (aprender a tocar la guitarra, leer la biblia, por ejemplo).
 
Despréndete más de las cosas materiales, (como por ejemplo el celular y la computadora, si estas en alguna reunión, en la iglesia o con algunos amigos, no te distraigas con el celular, déjalo en la cartera o en el bolcillo) y dale la importancia y respeto que merecen los demás.

La sobriedad no es negación ni privación. Es poner a tu voluntad y a tu persona por encima de las cosas, los gustos y los caprichos, dominándolos para no vivir bajo su dependencia. Es muy natural que al estar condicionados por nuestros impulsos, nos cueste trabajo dejarlos, pero nunca es tarde para comenzar, con pequeños esfuerzos, fortalecemos nuestra voluntad y desarrollamos este valor necesario para aprender a administrar nuestro tiempo y nuestros recursos, además de construir una verdadera personalidad.

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