Joven

Joven
“Que nadie te menosprecie por tu juventud. Trata de ser el modelo para los creyentes por tu manera de hablar, tu conducta, tu amor, tu fe y tu vida irreprochable”. 1 Tim 4, 12

miércoles, 27 de febrero de 2013

La vocación


La vocación al sacerdocio es

Un misterio de amor entre un Dios que llama por amor y un hombre que le responde libremente y por amor.
Un llamado a ser puente entre Dios y los hombres.Cristo, centro, criterio y modelo del legionario.
Un llamado a seguir en el mundo, para salvarlo, pero sin ser del mundo.
La decisión de un joven que quiere dedicar su vida a ayudar a sus hermanos a salvar sus almas y hacer este mundo más como Dios lo pensó.

La vocación al sacerdocio no es

Un sentimiento: se suele decir que "siento la vocación". En realidad la vocación no se siente. Es, más bien, una certeza interior que nace de la gracia de Dios que toca mi alma y pide una respuesta libre. Si Dios te llama, la certeza irá creciendo en la medida de que tu respuesta vaya siendo más generosa.
Un destino irrevocable (ineludible): Muchos creen que el que tiene la vocación "se va porque se va". No. La vocación es un misterio de amor y el amor es siempre libre. Si yo no respondo con generosidad, el llamado de Dios queda frustrado.
Un refugio para el que tiene miedo a la vida.
Una carrera como cualquier otra: es una historia de amor.
Una seguridad matemática: en la vocación sacerdotal tienes que aceptar el riesgo del amor, pero recuerda que es un riesgo en manos de Dios.

1.- Los SIGNOS
Hay infinitas formas como Dios puede llamar a un joven para su servicio. Aquí tienes algunos de los ¨síntomas¨ más frecuentes:
- Quieres hacer algo grande en tu vida
- Sientes que Dios espera algo más de tí
- Te preocupa el dolor de los hombres
- La vida de un joven ¨normal¨ te gusta pero sientes que falta algo

2.-Necesitas ser HONESTO
Ante Dios y ante tí mismo
- Sólo tú tienes que darle la respuesta a Dios
- Hay muchos jóvenes que tienen miedo de investigar su
vocación y prefieren esconderse detrás de pretextos
- ¡Que error pensar que Dios pueda proponernos algo que
no nos haga felices!

3.- Tener unas CUALIDADES
Si Dios te llama te dará las cualidades necesarias para ser sacerdote. Necesitas saber si tienes esas cualidades.
Para ello, coméntalo con el sacerdote orientador vocacional y él, después de un período de seguimiento y discernimiento, te ayudará a saberlo.

4.-Recuerda que la vocación es un PROCESO             
- La vocación sacerdotal es un proceso como toda historia de amor
- No quieras respuestas fulminantes y por fax
-Dios se esconde un poco cuando nos llama y es que quiere dejar el margen suficiente a nuestra libertad (de otro modo no sería una historia de amor sino de esclavitud)
- Pide ayuda a algún sacerdote orientador vocacional
- Aprovecha los encuentros y retiros vocacionales para conocer más de la vocación y el ambiente del seminario.

1. ¿Cuál es el mejor MOMENTO para decidir la propia vocación?
La verdad es que lo mejor es responder cuando Dios llama: ni antes ni después. Si ya te diste cuenta de tener el llamado de Dios ¿para qué te esperas? Y si tu llamado todavía no madura ¿para qué te precipitas?

2. ¿Cómo estar 100% SEGURO de tu vocación a la vida sacerdotal o religiosa?
La vocación no es un certeza matemática, sino una certeza en la fe, como la tuvo Abraham en su llamada (Gen 12). Si tú esperas una certeza que no te deje ninguna duda, no la encontrarás jamás. El amor es también un riesgo, pero acuérdate de que es un riesgo en manos de Dios, que es fiel, que nunca falla y que quiere siempre lo mejor para nosotros. Además, esa certeza irá creciendo con fuerza en la medida que vayas avanzando con generosidad en tu proceso vocacional.

3. Mi FAMILIA se opone
Debes convencerlos con la madurez de tu comportamiento y la perseverancia en tu determinación. Quizá también ellos necesitan tiempo para asimilar tu vocación.

4. Y...¿si FRACASO?
En la vocación consagrada no hay fracaso posible si tú no quieres. Dios lo único que espera de ti es tu libre decisión de amarle y de aceptar su voluntad sobre tí. Por eso, mientras tú estés dispuesto y digas: «Señor, ¿qué quieres que haga?», no te puedes equivocar. Otra cosa será el camino por el que el Señor te quiera llevar que, a veces, es muy misterioso.

lunes, 4 de febrero de 2013

AO- FEB


Dios, Padre nuestro, yo te ofrezco toda mi jornada, 
mis oraciones, pensamientos, afectos y deseos,
palabras, obras, alegrías y sufrimientos 
en unión con el Corazón de tu Hijo Jesucristo
que sigue ofreciéndose a Ti en la Eucaristía
para la salvación del mundo.
Que el Espíritu Santo, que guió a Jesús,
sea mi guía y mi fuerza en este día
para que pueda ser testigo de tu amor.
Con María, la madre del Señor y de la Iglesia,
pido especialmente por las intenciones del Papa y
de nuestros obispos para este mes.

Intención General- Febrero



Intención Misionera- Febrero




El Dios que llama y envía

El Dios que llama y envía 


Desde la aurora de los tiempos Dios pronuncia su Palabra
llamando al hombre, a la mujer, a ti y a mi,
a ser, a amar, a continuar su obra creadora,
a ser testigos de su presencia en el tiempo.

Dios nos llama desde la aurora de los tiempos
y toda nuestra vida encuentra su sentido en esta llamada,
sin ella todo se vuelve absurdo.

Porque todo el que escucha experimenta qué es el amor
y el amor es la luz de los hombres,
y la luz ilumina la oscuridad,
pero quien vive en la oscuridad
no quiere reconocerlo.

Existieron muchos hombres que respondieron a su voz:
Abraham, Moisés, los profetas, Juan Bautista, Pedro, Santiago, Juan,
Francisco de Asís, Ignacio de Loyola, Teresa,  Juan de la Cruz,
Antonio María Claret, Juan XXIII…

Ellos fueron testigos de su Palabra,
testigos de su amor,
para que todos los hombres pudiesen escuchar,
para que todos los hombres encontrasen el camino de la verdad.

Ellos no fueron la luz,
sino testimonio de la luz de Dios.
Por ellos la luz de Dios se mantuvo en el mundo
porque con su vida y con su palabra proclamaron que:

Nadie conocía al Dios verdadero,
pero Jesús de Nazaret,
la Palabra del Padre que clama desde la aurora de los tiempos,
se hizo hombre
y habitó entre nosotros,
y con su entrega  nos liberó
y nos abrió el camino del amor.

Y, ahora, Dios sigue llamando,
nos necesita, a ti y a mi,
como necesitó a esos hombres,
para que su luz no se pierda,
para seguir proclamando que el Dios de Jesús
es el Dios del amor y de la gracia,

el  Dios de la solidaridad y de la misericordia,
el Dios de la entrega generosa para que todos los hombres tengan vida.