Durante la vida hemos podido constatar cómo el ser
humano, ante tragedias o dolores, se acuerda de Dios como “El Ser” que solucionará
todo, casi, de manera milagrosa; porque Él es el único que lo puede hacer. A la
vez, fácilmente caemos en el juicio y culpamos a Dios cuando algo no resulta
como lo anhelamos. Sin embargo, en el momento que menos nos acordamos de Él, es
cuando nos sucede algo bueno; cuando eso ocurre todo es mérito propio, Él no
tiene nada que ver con eso.
Ante esas tragedias o dolores, generalmente, muchas personas se cuestionan
“¿qué hace Dios?”. Por ejemplo, recientemente en el fallecimiento de
la joven herida de bala en la cabeza, Karla Michelle Negrón. El sufrimiento y
el dolor colmaron miles de hogares puertorriqueños. Enseguida, muchas personas
se preguntaron: “¿Por qué Dios permite esto?”. Sin embargo, lo que nos
debemos preguntar es “¿qué hace el hombre?”. Cuantas campañas y cuanta
publicidad se han hecho para que no haya balas al aire y así evitar muertes,
pero ¿qué hace el hombre? ¡Continúa disparando al aire!
Imaginen por un segundo que logramos cambiar la
pregunta: “¿Qué hace Dios?”, por, “Hombre, ¿qué haces tú?”.
Muchas cosas se mirarían con otro prisma. La imagen del encabezado de este
escrito tiene mucho que decir al respecto. Está en nuestras manos el cambiar
nuestras vidas y lograr un cambio en el mundo. Dios nos ama y nos brinda la
oportunidad de cambiar. La felicidad, la armonía y la paz dependen cien por
ciento de cada uno de nosotros Marquemos la diferencia.
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