Joven

Joven
“Que nadie te menosprecie por tu juventud. Trata de ser el modelo para los creyentes por tu manera de hablar, tu conducta, tu amor, tu fe y tu vida irreprochable”. 1 Tim 4, 12

martes, 31 de enero de 2012

Discernimiento vocacional



¿QUÉ ES DISCERNIR?

Discernir es, como lo dice la palabra misma, pasar por el cedazo o criba, seleccionar, distinguir. Es la acción del trabajador de la construcción con la arena que prepara para hacer la mezcla. Es la tarea del pastelero que pasa por el tamiz la harina, para cocinar un fino bizcocho. La harina o la arena serían- aplicándolo a nuestro campo vocacional- las opciones o decisiones que hay que hay que ir tomando en el caminar vocacional. El cedazo seria la experiencia de Dios desde la meditación de su Palabra y la participación en los misterio de la fe, a través de la Liturgia y los Sacramentos.

En la tarea de discernir existen varios elementos importantes:

1. Las situaciones: el discernimiento viene muy parejo a las múltiples circunstancias que viven las personas. Siempre en la vida creyente es necesario descubrir qué es lo que a Dios le agrada. Y esto con una significación profundamente religiosa: lo que ha Dios le agrada es el fundamento del sentido de la vida, pues en la medida en que vamos descubriendo el camino que Dios va trazando, en esa misma medida vamos aprendiendo a liberarnos de todo para ser libres según la libertad de los hijos de Dios.
Porque ser creyente no consiste solamente en confesar un conjunto de verdades, sino comportarse en las situaciones especificas según los criterios de la fe. Las situaciones bien concretas en las que nos encontramos son el lugar para el discernimiento: desde lo que me está sucediendo aquí y ahora debo discernir lo que Dios quiere de mí.

2. El objeto del discernimiento: el objeto del discernimiento es laconducta humana. Todo en la vida cristiana queda abierto a la perfección. Hay que discernir siempre porque toda situación es oportunidad para llevar a la vida la buena noticia del Evangelio. Un cristiano no es un héroe que se comporta a la altura de las situaciones extremas; es la persona que cada día, en cada detalle, obra según el amor recibido de Cristo.
Es un saber práctico que nace de la misma fe. Buscamos la forma de asemejar nuestra conducta a la del mismo Jesús, que es para nosotros modelo perfecto de cumplimiento de la voluntad del Padre.
3. Las claves del discernimiento: los criterios que debemos utilizar para El discernimiento están muy relacionados con El estilo de vida del discípulo de Jesús:
· Juzgar según la sabiduría de Dios, que nace del contacto intimo con su Palabra, y no desde las opciones de los hombres.
· Estar dispuestos a una renovación completa de nuestras personas, por la acción del Espíritu Santo que mueve a los corazones al conocimiento de la verdad.
· Vivir hasta las ultimas consecuencias el principio fundamental del amor fraterno: “Ámense unos a otros como Yo los he amado”(Jn. 13, 34)

La clave fundamental parece estar- siguiendo las palabras de San Pablo- en aquello que construye la comunidad, aquello que contribuye a la edificación de la Iglesia, al crecimiento del Cuerpo de Cristo:

“Viviendo con autenticidad el amor, crezcamos en todo hacia Aquel que es la Cabeza, Cristo. A Él se debe que todo el Cuerpo bien trabado y unido por los ligamentos que lo nutren según la actividad propia de cada miembro, vaya creciendo y construyendo a sí mismo en el amor” (Ef. 4, 16)
La voluntad de Dios no es un misterio incomprensible. Es un misterio muy concreto y visible. La prenda de la presencia de Dios es la comunidad cristiana, y por ello, es relativamente fácil conocer la voluntad de Dios: es aquello que ayuda en cada momento a hacer mejor comunidad.

4. Las señales del discernimiento: la prueba más clara de que se está en un autentico proceso de discernimiento son los frutos que produce: el vivir una vida profundamente cristiana, con conductas que sean reflejos de lo que uno cree. a veces se hace demasiado hincapié en la vida de piedad o devoción, en las buenas intenciones, en la interioridad... No está mal como punto de arranque, pero es del todo insuficiente. El hombre es ante Dios lo que hace, su conducta objetiva. En concreto, podríamos resumir esos frutos del Espíritu en el mandamiento de amar a Dios y al prójimo. Siguiendo al apóstol Santiago:
“¿De qué le sirve a uno, hermanos míos decir que tiene fe si no tiene obras? ¿Podrá acaso salvarlo la fe?... También se puede decir: “Tú tienes fe, yo tengo obras”. Muéstrame tu fe sin obras que yo por las obras te haré ver mi fe” (St. 2, 14- 18)

5. El discernimiento como actitud permanente: es verdad que el discernimiento vocacional tiene un comienzo y un final concreto, que desemboca en una opción de vida, ya sea consagrada o laical. Pero no todo termina ahí. Sino que permanentemente debemos estar abiertos a descubrir los caminos de Dios, para ir escribiendo junto con Él la Historia de la Salvación.
ALGUNAS CONDUCTAS PRÁCTICAS
Hemos visto que discernimos para descubrir y realizar la voluntad de Dios en nuestra vida. Para ello será muy importante ir logrando conductas adecuadas en una línea de constante apertura y crecimiento. Algunas conductas prácticas son:

· DESEO DE CAMBIO: quien está en etapa de discernimiento deberá manifestar la voluntad de crecer y de abrirse a las perspectivas que le vaya presentando el proceso vocacional. No puede vivir una vocación específica quien no tiene nada que cambiar.

· VALENTÍA: para afrontar los aspectos negativos u oscuros de la personalidad, sus errores y pecados. No puede continuar quien disimula sus fallas o las oculta.

· PASO A UN MAYOR GRADO DE AMOR: quien discierne la voluntad de Dios en su vida no puede limitarse al cumplimiento de unas normas o a la satisfacción mínima de un expediente. Ya hemos visto que la vocación es cuestión de generosidad, de entrega total.

· COMPROMISO EN ACCIONES CONCRETAS: porque la vocación se realiza en la historia, es necesario que quien discierne adquiera compromisos bien específicos y prácticos al servicio de la comunidad. No son verdaderos buscadores de la voluntad de Dios los que no traducen su búsqueda en un modo nuevo de vivir.


sábado, 28 de enero de 2012

¿Qué tipo de tierra eres tú?


Jesús comienza el discurso de las parábolas con la del sembrador: “Salió el sembrador a sembrar...” –nos cuenta– y al sembrar parte de la semilla cayó junto al camino; otra parte cayó en terreno pedregoso; otra cayó entre espinas; y el resto cayó en tierra buena...”. Y nos narra qué sucedió con cada tipo de semilla: una no fructificó porque se la comieron los pájaros; otra se secó; a otra la ahogaron las espinas; y la sembrada en tierra buena dio una cosecha abundante. 

Hasta aquí la parábola. La hemos escuchado tantas veces que tal vez ya no nos impresiona. Sabemos también cuál es su significado porque el mismo Cristo nos la explica enseguida, a petición de sus apóstoles: Cristo es el sembrador, la semilla es la Palabra de Dios, y el terreno somos cada uno de nosotros. Y aquí viene lo más importante de todo: Si el Sembrador sembró la semilla a voleo, con gran generosidad en todas direcciones, ¿por qué sólo una cuarta parte produjo buena cosecha y el resto se echó a perder? ¿Por qué no fructificaron todas las semillas, si eran de óptima calidad?

Cristo no nos está contando una historia simpática de la vida agrícola de Palestina por afán cultural o para divertirnos. Con esta imagen quiere interpelar a cada una de nuestras conciencias: La semilla da frutos sólo si cae en tierra buena. Y el fruto será tanto más abundante cuanto mejor sea el terreno en donde caiga. La semilla de la Palabra de Dios sólo es fecunda allí donde encuentra un alma bien dispuesta y unas condiciones espirituales adecuadas. Dios siembra todos los días a manos llenas en tu alma su gracia divina. ¿Cuántos frutos está dando esta semilla en tu vida?

Pero aún hay más. Esa semilla no sólo representa la Palabra de Dios, sino todos los dones que Dios nuestro Señor te regala a diario, con tanta abundancia y generosidad: el don de la vida, la familia –unos padres, unos hermanos y familiares tan extraordinarios–, la ropa, el alimento, la educación... Esa semilla son también todos los regalos espirituales que Él te concede gratuitamente: el don infinito de la fe, los sacramentos, la redención, la Eucaristía, la Iglesia. Y si Dios está sembrando tanto en ti, ¿cuánto le correspondes tú? ¿Cuántos frutos estás produciendo: al ciento por ciento? Dicho de otra manera: ¿Qué tipo de tierra eres tú? ¿Qué clase de cristiano eres: cristiano por conveniencia, por tradición, superficial, de nombre nada más? ¿o cristiano de verdad, convencido, demostrado con tus obras y comportamientos? Si no te preocupas de ir a la Misa dominical o casi nunca haces oración, o si no te interesa recibir los sacramentos y formarte en la fe católica, es que eres un cristiano rutinario, “del montón”, y eres de los que reciben la semilla junto al camino. No penetra en tu alma porque la tierra está endurecida por la indiferencia. Si eres una persona que sí se preocupa por formarse en su fe y se interesa por las cosas de Dios y de la religión; y de vez en cuando vas a reuniones de espiritualidad o a asistes a algunos retiros, pero eres inconstante; y si desistes de tus propósitos iniciales apenas te surge un plan más “divertido” o menos exigente, es que eres el terreno pedregoso. La Palabra de Dios brota en tu corazón, pero no echa raíces, y cuando sale el sol –una dificultad cualquiera–, tu semilla se seca.

O tal vez seas una persona de buena voluntad, –como solemos decir– un “buen cristiano” (y solemos llamar “buen” cristiano a aquel que “cumple” con los requisitos elementales de su fe, que no mata ni roba, que es “buena gente”, pero se abstiene de hacer el bien a los demás). Su fe es flexible y poco exigente. En el fondo, aunque es un “buenazo”, es todavía muy materialista y está demasiado absorbido por las vanidades, los lujos, las comodidades, las cosas superfluas, y así Dios no entra hasta el fondo del alma. Éste es el tercer tipo de tierra: el espinoso.

O, finalmente, podemos ser una tierra buena. O sea, cristianos convencidos, de los que tratan de vivir con coherencia su fe, que se esfuerzan de verdad por dar testimonio público de su ser cristiano –aunque también tienen debilidades y defectos, pues nadie es perfecto en esta tierra–; que buscan ayudar a los demás y ser apóstoles en su medio ambiente; que oran, que procuran vivir cada día más cerca a Dios a través de la gracia santificante y los sacramentos; que se esfuerzan por crecer en su fe y aman de veras a Jesucristo, a la Iglesia, al Papa, a la Santísima Virgen, y luchan para que otros también lo sean. Ése es un cristiano auténtico, que produce una buena cosecha: frutos al ciento por ciento, al sesenta o treinta por ciento. Si somos de éstos, no será difícil que nos reconozcan, porque un cristiano de verdad no pasa desapercibido en este mundo. Allí donde van, siempre dejan una huella. “Por sus frutos los conoceréis” – nos dijo Cristo–. Se nos reconocerá por las obras. No dejes de responder a esta pregunta que te dirige Cristo hoy: ¿Qué tipo de tierra eres tú? ¡Ojalá que de esta última!

Durante la vida hemos podido constatar cómo el ser humano, ante tragedias o dolores, se acuerda de Dios como “El Ser” que solucionará todo, casi, de manera milagrosa; porque Él es el único que lo puede hacer. A la vez, fácilmente caemos en el juicio y culpamos a Dios cuando algo no resulta como lo anhelamos. Sin embargo, en el momento que menos nos acordamos de Él, es cuando nos sucede algo bueno; cuando eso ocurre todo es mérito propio, Él no tiene nada que ver con eso.

Ante esas tragedias o dolores, generalmente, muchas personas se cuestionan “¿qué hace Dios?”. Por ejemplo, recientemente en el fallecimiento de la joven herida de bala en la cabeza, Karla Michelle Negrón. El sufrimiento y el dolor colmaron miles de hogares puertorriqueños. Enseguida, muchas personas se preguntaron: “¿Por qué Dios permite esto?”. Sin embargo, lo que nos debemos preguntar es “¿qué hace el hombre?”. Cuantas campañas y cuanta publicidad se han hecho para que no haya balas al aire y así evitar muertes, pero ¿qué hace el hombre? ¡Continúa disparando al aire!

Imaginen por un segundo que logramos cambiar la pregunta: “¿Qué hace Dios?”, por, “Hombre, ¿qué haces tú?”. Muchas cosas se mirarían con otro prisma. La imagen del encabezado de este escrito tiene mucho que decir al respecto. Está en nuestras manos el cambiar nuestras vidas y lograr un cambio en el mundo. Dios nos ama y nos brinda la oportunidad de cambiar. La felicidad, la armonía y la paz dependen cien por ciento de cada uno de nosotros Marquemos la diferencia. 



jueves, 26 de enero de 2012

Luz del mundo



Palabra de Dios
Jn 8, 12-20
Jesús volvió a hablar a los fariseos: «Yo soy la luz del mundo; el que me sigue no camina en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida». Los fariseos le dijeron: «Tú das testimonio de ti mismo: tu testimonio no es válido». Jesús les contestó: «Aunque yo doy testimonio de mí mismo, mi testimonio es válido, porque sé de dónde he venido y a dónde voy; en cambio, vosotros no sabéis de dónde vengo ni a dónde voy. Vosotros juzgáis según la carne; yo no juzgo a nadie; y, si juzgo yo, mi juicio es legítimo, porque no estoy yo solo, sino yo y el que me ha enviado. Y en vuestra Ley está escrito que el testimonio de dos personas es válido. Yo soy el que doy testimonio de mí mismo y también el que me ha enviado, el Padre, da testimonio de mí». Entonces le decían: «¿Dónde está tu Padre?» Respondió Jesús: «No me conocéis ni a mí ni a mi Padre; si me conocierais a mí, conoceríais también a mi Padre». Estas palabras las pronunció junto al arca de las ofrendas, mientras enseñaba en el Templo. Y nadie le prendió, porque aún no había llegado su hora.

Reflexión

En Melbourne la Madre Teresa de Calcuta fue a visitar a un anciano ignorado por todos:

"Su habitación estaba desordenada y sucia. Intenté limpiarla, pero él se opuso. '¡Déjala, está bien así!'. Había una lámpara magnífica, cubierta de polvo. Le pregunté: '¿Por qué no la enciendes?' Me contestó: '¿Para qué, si nadie viene a verme? Yo no la necesito.' Le dije entonces: '¿La encenderías si las hermanas te viene a visitar?' 'Sí, con tal que pudiera escuchar una voz humana en esta casa, la encendería.' Así se hizo".

Y contaba la Madre Teresa que con el tiempo le llegó a Calcuta una misiva con estas palabras:

" 'Dile a mi amiga que la lámpara que prendió en mi vida sigue encendida.' Estos son los seres a los que tenemos que amar. El dinero no basta. Ellos necesitan servicio y amor. Pongamos el amor por obra; empecemos por nuestra familia."

Enciende luces en un mundo oscuro con el amor y la bondad, la fe y la solidaridad. ¡Tu vocación es ser luz del mundo!

Gonzalo Gallo González

Oración

Cristo, luz del mundo que alumbras mi vida: que yo nunca viva en las tinieblas, sino que prefiera la luz. Así me conoceré como Tú me conoces y podré ser un día como Tú quieres que sea: compasivo, como el Padre es compasivo.

miércoles, 25 de enero de 2012

Servir a Dios



Y yo exclamé: "Ay, Señor, Yavé, ¡cómo podría hablar yo, que soy un muchacho!"  Y Yavé me contestó: "No me digas que eres un muchacho. Irás adondequiera que te envíe y proclamarás todo lo que yo te mande. No les tengas miedo, porque estaré contigo para protegerte, palabra de Yavé."    Jeremías 1:6-8.

Jeremías era joven y se espantó cuando Dios le confió una misión difícil.
Mas el Señor, que le envió, no admitía esta excusa: «Soy un muchacho».
Debía olvidar lo que en sí mismo era para fijarse únicamente en que era el escogido para hablar en lugar de Dios.
No tenía que inventar el mensaje, ni elegir a los oyentes, sino comunicar lo que Dios le ordenaba y hablar en el lugar que Dios le señalaba, y esto lo haría con una fortaleza que no era suya.
¿No es este el caso de muchos jóvenes que leemos estas líneas?
Dios sabe que eres joven, cuán mezquinos son tus conocimientos y experiencia; pero si Él te llama, no te pertenece a ti negarte a su divino llamamiento.
- Dios será glorificado en tu pequeñez.
- Aun cuando fueras más viejo que Matusalén, ¿de qué te servirán tus muchos años?
- Si fueras tan sabio como Salomón, tal vez te extraviarías como él.
- Cíñete a tu mensaje, y en esto consistirá tu sabiduría.
- Sigue tu orden de marcha y en eso consistirá tu prudencia.
Hoy se que nada me impedirá servir al Señor, ni la edad, ni mi educación ni mis problemas que pueden rodearme.
Señor, Gracias por darme la oportunidad de servirte y si tu me llamas, tú me capacitas. Hoy lo que anhelo más es ser obediente a ti. En el Nombre De Jesús. Amén.

Toma el control de tu vida.



¿Te imaginas no depender de nada ni de nadie para ser feliz? Lo que necesitas se llama sobriedad. Conócela. La sobriedad no sólo tiene que ver con no tomar y estar en tus cinco sentidos. Es una manera de ser que abarca mucho más que el simple hecho de no beber alcohol que nos permite controlarnos ante cualquier cosa.
 
El valor de la sobriedad nos ayuda a darle a las cosas su justo valor y a manejar con sentido común nuestros intereses y deseos, estableciendo en todo momento un límite entre lo razonable y lo estúpido.
 
Piensa en cómo influye en ti el entorno que te rodea, la publicidad, por ejemplo. La idea que transmite de felicidad no es del todo cierta: necesitas tal tipo de ropa, equis tipo de celular con cientos de aplicaciones, etc. Parecería que no puedes vivir sin ese carro, sin esos pantalones, sin el celular… nooooooooooooo.
 
Bueno, pues el problema no es tanto la publicidad sino la idea de que "tener más", "lo más novedoso" o lo "mas caro" se convierte en la base de nuestra seguridad personal, caemos en el despilfarro con tal de alimentar nuestra soberbia y vanidad por el deseo de sobresalir, de estar a la moda y de aparentar una mejor posición económica; sin reflexionar compramos 100 pares de zapatos (ropa, accesorios, etc.) por estar a un precio rebajado, compramos cuanto adorno y dispositivo eléctrico aparece en el mercado para presumir…
 
Ahí es donde la sobriedad se convierte en la mejor consejera. Este valor nos hace ver lo que de verdad necesitamos, lo indispensable y de utilidad; y, gracias a ella aprendemos a obtener el máximo uso y provecho de todo lo que tenemos, sin dejar las cosas prácticamente nuevas y sin utilizar.
 
Para adquirir sobriedad hace falta autodominio, es muy claro si se ilustra con el exceso en la comida y la bebida por la imagen y efectos que produce, sin embargo, esta falta de control se manifiesta en el excesivo descanso y la distribución de nuestro tiempo: 10 horas del sábado viendo la tele, por ejemplo.
 
También debemos ser sobrios en nuestra forma de hablar, de comportarnos y de vestir: ¿qué tal ese amigo que tienes que no para de hablar?
 
Cuando no ponemos límites, llegamos a una insatisfacción en la que siempre queremos más. De ahí surgen todos los vicios, desde el alcohol hasta las drogas, pasando por la dependencia a la comida, a la ropa, al sexo, al celular… y, todo esto nos arrebata nuestra libertad.
 
Para vivir este valor no hace falta pensar en grandes cosas y privaciones, una vez más la respuesta esta en cuidar los pequeños detalles:
 
- Antes de comprar algo reflexiona: si es necesidad, un simple lujo o un verdadero capricho. Si es el caso, no inventes necesidades, se valiente y reconoce que no vale la pena el gasto.
 
- Usa las cosas y no las cambies simplemente porque en el mercado hay una nueva o porque todos tus amigos la compraron. En esta competencia sin fin tu bolsillo es el más afectado.
 
- Reconoce tu verdadera situación económica y vive de acuerdo con tus posibilidades. Cuando te decidas a hacerlo, aprenderás que las personas te aceptan por lo que eres.
 
- Habla sólo lo necesario. Transmite ideas más que palabras. Aprende a escuchar, por algo Dios nos dio dos oídos y una sola boca.
 
- Viste de forma elegante y decorosa, la moda también puede cumplir con este requisito.
 
- Evita el deseo de ser el centro de atención y aprende a divertirte: el alcohol, las bromas de mal gusto y los desmanes, manifiestan inseguridad y falta de autodominio.
 
- Haz el propósito de moderar tus gustos y apetitos: pon orden en tus comidas, en tus horarios, aprovecha tu tiempo libre en aficiones que te enriquezcan (aprender a tocar la guitarra, leer la biblia, por ejemplo).
 
Despréndete más de las cosas materiales, (como por ejemplo el celular y la computadora, si estas en alguna reunión, en la iglesia o con algunos amigos, no te distraigas con el celular, déjalo en la cartera o en el bolcillo) y dale la importancia y respeto que merecen los demás.

La sobriedad no es negación ni privación. Es poner a tu voluntad y a tu persona por encima de las cosas, los gustos y los caprichos, dominándolos para no vivir bajo su dependencia. Es muy natural que al estar condicionados por nuestros impulsos, nos cueste trabajo dejarlos, pero nunca es tarde para comenzar, con pequeños esfuerzos, fortalecemos nuestra voluntad y desarrollamos este valor necesario para aprender a administrar nuestro tiempo y nuestros recursos, además de construir una verdadera personalidad.

lunes, 23 de enero de 2012


Habí­a una vez, algún lugar que podrí­a ser cualquier lugar, y en un tiempo que podrí­a ser cualquier tiempo, un hermoso jardí­n, con manzanos, naranjos, perales y bellí­simos rosales, todos ellos felices y satisfechos.
Todo era alegrí­a en el jardí­n, excepto por un árbol profundamente triste. El pobre tení­a un problema: “No sabí­a quién era.”
Lo que le faltaba era concentración, le decí­a el manzano, si realmente lo intentas, podrás tener sabrosas manzanas. “¿Ves que fácil es?” No lo escuches, exigí­a el rosal. Es más sencillo tener rosas y “¿Ves que bellas son?” Y el árbol desesperado, intentaba todo lo que le sugerí­an, y como no lograba ser como los demás, se sentí­a cada vez más frustrado.
Un dí­a llegó hasta el jardí­n el búho, la más sabia de las aves, y al ver la desesperación del árbol, exclamó: No te preocupes, tu problema no es tan grave, es el mismo de muchí­simos seres sobre la tierra. Yo te daré la solución:
“No dediques tu vida a ser como los demás quieran que seas…Sé lo que Dios quiere que seas, y para lograrlo, escúchalo.”
Y dicho esto, el búho desapareció.
¿Lo que Dios quiere que sea…? Se preguntaba el árbol desesperado, cuándo de pronto, comprendió… Y cerrando los ojos y los oí­dos, abrió el corazón, y por fin pudo escuchar:
“Tú jamás darás manzanas porque no eres un manzano, ni florecerás cada primavera porque no eres un rosal. Eres un roble, y tu destino es crecer grande y majestuoso. Dar cobijo a las aves, sombra a los viajeros, belleza al paisaje… Tienes una misión “Cúmplela”.
Y el árbol se sintió fuerte y seguro y se dispuso a ser todo aquello para lo cual habí­a sido creado. Así­, pronto llenó su espacio y fue admirado y respetado por todos.
Y sólo entonces el jardí­n fue completamente feliz.

viernes, 20 de enero de 2012




Jesús, gracias por haberme llamado a seguirte,
a trabajar por tu Reino.
No me pudo haber pasado algo mejor.

Concédeme amar mi llamada
y vivir de tal manera
que irradie el gozo de pertenecerte
y de ser para los demás.

Ayúdame a realizar la misión
que me has encomendado.
Tú sigue llamando jóvenes a tu lado
y a mí concédeme encontrarlos.

Haz que respete
la libertad de los demás
y no pretenda “producir” que vengan
jóvenes a base de chantajes,
presiones o atractivos.

Que vengan otros jóvenes al grupo
atraídos por lo que yo con mis actitudes,
mi forma de actuar, hablar y ser
sea semejante a Ti y vean en mi tu rostro.

Lléname de la fortaleza del Espíritu
para que no me doblegue al cansancio,
a lo que me ofrece la sociedad,
 ni a las adversidades.

No permitas que me desanime
a pesar de que los frutos sean escasos
o los jóvenes no perseveren.

Aviva en mí la conciencia
de que sólo soy un instrumento a través del cual
Tú sigues llamando a otros
para seguirte.

Amén.

Este vivo


Un pequeño niño se admiró al ver una tortuga andando aún después de tener la cabeza cortada. Su padre le dijo: “La tortuga está muerta, pero no sabe de eso”. Podemos también preguntarnos, algunos de nosotros somos así como la tortuga. Sería bueno si, de vez en cuando, tomásemos nuestra pulsación espiritual para saber si aún estamos vivos.

Cuando Cristo entra en nuestros corazones, una alegría nos invade y sentimos que nuestra vida es verdaderamente abundante. Todo cuanto hacemos nos trae satisfacción, percibimos la belleza de las cosas creadas por Dios, los defectos de las personas parecen desaparecer, un cántico de regocijo mueve nuestros días en cualquier circunstancia.

De una cosa tenemos plena certeza: ¡estamos vivos!

Pero, muchos de nosotros, a lo largo del tiempo y con el venir de luchas y enfados, empezamos a enfriarnos. El coloreado de las cosas se va apagando, el placer de servir ya no es más marcante, la alabanza constante empieza a dar lugar a quejas y murmuraciones, y ya no tenemos más certeza de que estamos, realmente, vivos.

Todo nos disgusta, las situaciones nos acongojan, la sonrisa de los amigos nos enoja, nos escondemos de todos y de nosotros mismos. Caminamos, como la tortuga, y ni nos damos cuenta de que estamos muertos espiritualmente.

Pero, la tortuga andará solo algunos pasos y no vivirá más, y nosotros, podemos dejar que, nuevamente, Jesus, la Cabeza del cuerpo, vuelva a darnos la vida con el gozo de antes.

Esté vivo… ¡Jesus es Vida!

jueves, 19 de enero de 2012

Apostolado de la oración - enero



Comencemos este nuevo año uniéndonos en oración  pidiendo por las intenciones del Papa. 

Dios, Padre nuestro, yo te ofrezco toda mi jornada, 
mis oraciones, pensamientos, afectos y deseos,
palabras, obras, alegrías y sufrimientos 
en unión con el Corazón de tu Hijo Jesucristo
que sigue ofreciéndose a Ti en la Eucaristía
para la salvación del mundo.
Que el Espíritu Santo, que guió a Jesús,
sea mi guía y mi fuerza en este día
para que pueda ser testigo de tu amor.
Con María, la madre del Señor y de la Iglesia,
pido especialmente por las intenciones del Papa y
de nuestros obispos para este mes.


Intención General – Enero

Para que las víctimas de desastres naturales reciban el alivio espiritual y material necesario para reconstruir sus vidas.



Intención Misionera – Enero

Para que el empeño de los cristianos a favor de la paz sea ocasión para dar testimonio del nombre de Cristo a todas las personas de buena voluntad.