Señor, te cruzaste en mi camino,
y al pasar fijaste
en mí Tu mirada.
Yo soy de los que te quieren sin haberte
visto.
Quiero imitarte y en tu imitación,
encontrarte,
para poder decir a mis hermanos
lo que de ti he oído, he palpado.
Dame, Señor, el "sabor a ti" que
Pablo poseía;
que pueda yo sentir tus sentimientos:
los que hicieron que dieras la vida en la
cruz
y los que en el quehacer de cada día
fuiste casi insensiblemente
entretejiendo.
Enséñame tu modo de tratar a todos:
discípulos y niños,
leprosos, prostitutas y letrados;
enséñame a preparar junto a la mar
algo de comer a los cansados.
Ayúdame a descubrir
tu modo de estar presente en la mesa,
en el descanso, el desierto,
en el pozo, en el sueño.
Que aprenda, Señor, a tu lado,
a ser compasivo con el ciego del camino,
los pobres, los impuros...
que mis ojos aprendan a llorar el dolor de los amigos,
el rechazo del pueblo,
la angustia de la cruz, abandonado de todos.
Dame, Señor, la armonía de tu sencilla vida;
la que les hizo exclamar:
"Eres sincero con todos",
la que supo ser exigente contigo
y servicial con los otros.
Enséñame
tu modo de mirar, como miraste a Pedro
para llamarle y levantarle;
como miraste con cariño al joven rico,
o con la verdad con que afrontaste
a los que quisieron injustamente condenarte.
Deseo conocerte como eres;
tu imagen sobre mí, bastará para cambiarme;
Juan quedó subyugado, Pedro sobrecogido,
Herodes defraudado, Pilato atemorizado,
Pablo
convertido.
Dame, Señor, a gustar el perdón
que siempre me
ofreciste,
y ante tu Palabra sentir,
aliento para seguirte.
Enséñame, Señor, a proceder
como Tú procediste.
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