Joven

Joven
“Que nadie te menosprecie por tu juventud. Trata de ser el modelo para los creyentes por tu manera de hablar, tu conducta, tu amor, tu fe y tu vida irreprochable”. 1 Tim 4, 12

viernes, 16 de marzo de 2012

SOY RESPONSABLE DE MI FE


SOY RESPONSABLE DE MI FE


Durante la segunda Guerra Mundial, como cadete de un colegio militar húngaro, fui enviado a Alemania. El pequeño grupo húngaro, siguió con la costumbre nacional de ir, en formación, todos los domingos a Misa. Nos sentábamos  en los bancos. Por supuesto nadie iba a comulgar. Con todo, yo antes solía comulgar, pero era muy comprometedor con las botas ruidosas y delante de los compañeros que hubieran podido burlarse de uno. Para comulgar, primero había que ir a confesarse, volver al banco y luego salir otra vez para comulgar. Pasaron varias semanas sin que yo comulgara.

Un día me pregunté por qué no lo hacía. Me di cuenta, en seguida, de que la comunión dependía de mi fe en Jesucristo. Me pregunté si creía en Él y tomé conciencia de que hasta entonces había creído, pero lo hacía porque mis padres me habían enseñado a creer y, por consiguiente, a comulgar.

Tenía 18 años cumplidos y no sabía si mis padres vivían o si los iba a encontrar algún día de nuevo. Su influjo sobre mí, su alabanza o reprobación, había desaparecido porque ni sabía si estaban con vida. Entonces me pregunté si yo por mi cuenta quería creer en Jesucristo o no. Pasaron varias semanas y yo trataba de sentir si Jesucristo era un cuento o una realidad.

Mi elaboración se acentuaba durante estas Misas obligadas, con compañeros buenos a mi lado, pero ellos mismos tenían una fe muy relativa. Al cabo de tres o cuatro semanas, tomé la decisión de creer en Jesucristo. Era una opción existencial. La razón era porque me parecía que valía la pena creer en él y lo que yo había aprendido de la vida de Jesús y lo que yo sentía de la vida misma me daban bastante fundamento para tomar esa elección. Tomé la decisión y desde entonces me levantaba en la Misa, iba a confesarme, volvía al banco y de nuevo me levantaba para ir a comulgar. No me importaba si algún compañero me fuera a hacer una observación. Me hubiera dolido pero no iba a cambiar mi comportamiento, porque me sentía seguro de mi decisión. La fe era mía. Este acontecimiento lo evoco como el comienzo de mi fe responsable y autónoma en Jesucristo.

Analicemos el testimonio con las siguientes preguntas:
1. ¿Cómo era su fe antes y cómo fue después?
2. ¿Qué le implicó a este joven tomar la decisión de creer en Cristo?
3. ¿Qué aplicación en mi vida puedo darle a la experiencia de este joven?

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